miércoles, 25 de febrero de 2009

MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA


Por muchos años hemos transitado distintos caminos en la búsqueda de la verdad y la justicia; después de haber soportado aquella oscura y larga noche que comenzó el 24 de marzo de 1976, donde se instaló en nuestro país la dictadura mas sangrienta que habría de conocer la historia argentina, con un saldo de muerte y desaparición sin precedentes por su magnitud y sus características.
El terrorismo de Estado implementó con el funcionamiento de mas de 500 campos de concentración una metodología represiva, utilizando los secuestros, la tortura, el robo de bebes, miles de muertos y presos políticos, la desaparición de 30.000 personas... dejando además graves secuelas en la sociedad argentina, en sus practicas económicas, políticas, sociales y culturales.
Hoy, a 32 años y ante la necesidad de avanzar hacia un país diferente, sustentado en la justicia y la solidaridad, nos obliga a ejercitar la MEMORIA, una memoria histórica abierta, fuerte y en debate.
La batalla por la memoria no concluye en una placa recordatoria, o en un merecido homenaje, se trata de un trabajo constante e indelegable, de una confrontación conflictiva por definir, cada vez y desde el presente, el contenido de la democracia y el significado de los derechos humanos. Es dar desde el presente un nuevo sentido al pasado hacia la construcción del futuro.
La gente tiene que tomar conciencia de que aquello que paso no es algo que hay que olvidar para vivir de otra manera, sino que estamos viviendo de otra manera porque pasó aquello en nuestra sociedad.
Es por eso que sobre la base de la experiencia del campo popular en este largo camino recorrido, las nuevas generaciones deben reivindicar a los compañeros no solo en la entrega y el sacrificio, sino también en el por qué de los mismos, y recuperar la profunda felicidad que les significaba a los militantes soñar y construir un país justo, libre y soberano. Lo cual sigue siendo una deuda histórica. Además la amenaza permanente de los enemigos de la patria que va desde la lucha por no perder un centavo de sus fabulosas ganancias hasta el de tratar de poner freno a la sed de justicia, amedrentando a testigos de todas las formas posibles. En este sentido, la desaparición de Julio López es una herida abierta en la sociedad. Particularmente por lo que significa, como demostración de poder, el seguir operando desde las tinieblas con impunidad.
Por eso también debemos continuar trabajando para articular espacios que expresen la necesidad de seguir impulsando el reclamo de justicia. Que no sea un anhelo postergado, sino una deuda saldada.
Que el respeto a los derechos humanos sea un derecho adquirido y una practica permanente a la que tenga acceso cabal el conjunto de la sociedad argentina.

Por Memoria, Verdad y Justicia...

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